En la terriblemente significativa película documental «El mundo según Monsanto» («The world according to Monsanto«) un satisfecho y risueño agricultor norteamericano nos invita (a los agricultores europeos en realidad) a probar el método RoundUp tm porque «francamente es muy beneficioso para el medio ambiente, es un sistema sostenible…». RoundUp es el producto estrella que la multinacional americana Monsanto comercializa como herbicida no selectivo de amplio espectro: glifosato. Quiere decir que este producto es capaz de acabar con prácticamente cualquier tipo de planta o arbusto, incluidos y sobre todo, los de hoja perenne. Cualquiera menos los que han crecido a raíz de sus propias semillas, que han sido previamente modificadas genéticamente, incluyéndose un gen resistente al herbicida.

Pero adentrémonos un poco en el mundo de la manipulación genética dentro del sector agroalimentario. Exactamente, ¿qué son los GMO’s u organismos genéticamente modificados?. Básicamente un organismo genéticamente modificado es un ser vivo (animales, plantas y microorganismos en general) que ha visto modificado su ADN de una manera imposible de producirse de forma natural. Es decir, es el hombre el que artificial y externamente altera la composición genética natural de un organismo para transformarlo en otro o dotarle de una serie de características concretas, como hemos visto en el caso del RoundUp de Monsanto. La adaptación de las técnicas de biotecnología moderna o también llamadas «técnicas recombinativas de ADN» han permito incluso seleccionar genes indivuduales y transferirlos de un organismo a otro hasta entre especies sin «parentesco genético». Las múltiples aplicaciones derivadas de este tipo de nano-tecnología son aprovechadas en una amplia gama de campos y sus repercusiones beneficiosas para la sociedad son, en muchos casos, incuestionables. Así la medicina moderna debe algunos de sus avances más actuales al desarrollo de los GMO tanto en la búsqueda de nuevos remedios para determinadas enfermedades como en la producción de productos terapéuticos y hasta en la creación de injertos humanos que han revolucionado los quirófanos de algunos hospitales. También la industria se ha visto beneficiada con el descubrimiento de nuevos materiales derivados de la combinación del genoma de diferentes materias primas (fibras para multitud de usos). En la industria ganadera la implantación de este tipo de técnicas ha dado lugar a animales más resistentes a patologías que normalmente solían ser mortales.

 Básicamente un organismo genéticamente modificado es un ser vivo (animales, plantas y microorganismos en general) que ha visto modificado su ADN de una manera imposible de producirse de forma natural. Es decir, es el hombre el que artificial y externamente altera la composición genética natural de un organismo para transformarlo en otro o dotarle de una serie de características concretas, como hemos visto en el caso del RoundUp de Monsanto

Sin embargo, el uso más comúnmente extendido de los GMO es la modificación genética de organismos destinados al consumo humano y se expande por el campo de la agricultura. Según la ISAA (International Service for the Acquisition of Agri-Biotech Applications, en sus siglas en inglés) había en 2009 15 países denominados Biotech Mega countries, algo así, si se nos permite la expresión, como países mega transgénicos o países que cultivan más de 50.000 (cincuenta mil) hectáreas de cultivos transgénicos. España ocupaba el puesto 14 con sus cultivos de maíz MON 810 que aglutinan aproximadamente 116.000 hectáreas, siendo el primer país de la UE en superficie de cultivo transgénico con amplia ventaja sobre la República Checa y Portugal, que no llegan a las 50.000. Esta organización, ISAA, se congratula del aumento de 0.7 millones de agricultores que en 2009 se sumaron a los 13.7 millones ya existentes en 2008. Estos datos nos indican claramente que la producción de cultivos transgénicos está aumentando progresivamente en todo el mundo, especialmente en las llamadas potencias emergentes: India, Argentina, Brasil o la ya consolidada potencia de China. Como ejemplo basta decir que el porcentaje de adopción de soja transgénica aumentó en Brasil del 10% al 90% aproximadamente entre 2003 y 2009.

Fuente: ISAA, 2009

Fuente: ISAA, 2009

Los defensores del uso de la biotecnología en la agricultura y sus aplicaciones dentro de la industria alimentaria aseguran que los transgénicos son la única respuesta posible a los retos que la demanda alimentaria está ofreciendo y seguirá experimentando en los próximos años teniendo en cuenta que la población mundial aumenta en progresión geométrica y los recursos en progresión aritmética, que decía Malthus. Además esgrimen como uno de los paradigmas de los beneficios del uso de los GMO en la agricultura el ingente beneficio económico que supone el ahorro en productos químicos el uso de herbicidas de amplio espectro como el RoundUp. Sin duda son argumentos de peso y podríamos debatir hasta qué punto son ciertos. No obstante si alguien quiere profundizar más en las teorías economicistas auspiciadas por todo el conglomerado de organizaciones, asociaciones, ongs, científicos, etc… aquí os dejamos un link a un debate en el que conocidos lobbystas del sector de la biotecnología agrícola como Soledad de Juan de la Fundación ANTAMA , cuyo presidente es Director Gerente de Syngenta en España, entran de lleno en el tema de los beneficios que los transgénicos, a todos los niveles, generan para la vida humana; o el organizador José Miguel Mulet, conocido paladín de la introducción y uso de los alimentos transgénicos, para el que  “La comida es una tecnología y no existe nada natural”.

Porcentaje soja transgénica Brasil. Fuente: http://www.isaaa.org/resources/publications/briefs/41/executivesummary/default.asp

Porcentaje soja transgénica Brasil. Fuente: ISAA

 

Sin embargo, el 9 de Marzo de 2012 7 países vetaron la propuesta de la Presidencia de turno en este caso representada por el Gobierno de Dinamarca, para permitir el uso y cultivo generalizado de semillas transgénicas en EuropaBélgica, Gran Bretaña, Bulgaria, Francia, Alemania, Irlanda y Eslovaquia. Una semana después y a raíz del escándalo provocado por el herbicida Lasso en el que Monsanto fue condenada por un tribunal de Lyon por intoxicación, Francia anunciaba también la prohibición temporal del maíz transgénico de Monsanto MON810 (la entrada en español ha sido borrada).

El 18 de Septiembre de 2012 millones de personas se congregaron en las calles de todo el mundo para mostrar sus repulsa por las prácticas que la multinacional Monsanto viene practicando en todo el mundo desde hace más de 50 años. El hecho de que fuera una de las noticias del día en la prensa generalista (RT news) pone de manifiesto la enorme repercusión que tuvo el evento. Desde ese día la palabra Monsanto y el concepto de transgénico anda rondando la opinión pública y genera agrias polémicas en foros de debate, redes sociales y medios de comunicación. De hecho, la presión social y el trabajo de organizaciones y asociaciones que luchan contra la implantación de este tipo de cultivos, además de ciertos escándalos como el mencionado anteriormente y otros, llevaron a Monsanto a anunciar el pasado Julio que renunciaba al desarrollo de nuevos tipos de cultivos en la Unión Europea retirando las cinco peticiones que tenía en marcha en ese momento y que desde entonces, se dedicaría a trabajar en los países donde fueran aceptados sus métodos por los Parlamentos representativos y por sus leyes como en el caso de España, Portugal y, recientemente, Suecia. La última en sumarse al carro de las prohibiciones ha sido México, donde el lobby neoliberal está llevando a cabo una profusa labor de implantación y familiarización del concepto a través de universidades, foros de debate y publicidad.

Si, tal y como aseguran los defensores de la biotecnología agrícola en sus estudios científicos, no existe riesgo ninguno para la salud humana y si tal y como la propio FAO a través del Codex Alimentarius ha establecido bajo el criterio de equivalencia sustancial en la comparación de los GMO con sus equivalentes naturales (aquí un manual al respecto donde la FAO instruye sobre el tema), no hay ningún índice real que nos lleve a pensar que estos organismo tengan una consecuencia en la salud de los consumidores; si esto es así, ¿por qué tanta alarma? ¿por qué tantas sentencias contrarias a los intereses de las multinacionales que representan este tipo de agricultura? ¿Por qué tantas denuncias y por qué los medios generalistas no suelen llevar a sus portadas estos hechos? y, sobre todo ¿por qué más de una decena de países en todo el mundo ha vetado las actividades de Monsanto o ha prohibido el suso de sus patentes y otros muchos están estudiando hacer lo mismo? En este sentido convendría recordar lo que es el Glyfosato y el amplio historial que empresas como Monsanto, Syngenta o Bayer tienen en cuanto a sentencias millonarias por envenenar, literalmente, a localidades enteras; como ocurrió en la localidad norteamericana de Anniston donde los continuos vertidos de PCB o Policloruro de Bifenilo (utilizados fundamentalmente en aquellos años en la industria fotoquímica y eléctrica) provocaron un desbocado aumento de los niveles de cáncer en la población local (ver vídeo «El mundo según Monsanto» del minuto 6 al 15 aproximadamente). Monsanto sabía de la potencial peligrosidad de los PCB pero según un memorando interno publicado en 1966 no «podían permitirse perder un sólo dolar de negocio («we can’t afford to lose one dollar of business«). En Diciembre de 2009 fueron multados por el Estado de Alabama a pagar una indemnización de 700 millones de dólares a los afectados. Hoy el PCB es uno de los agentes fundamentales presentes en el herbicida RoundUp (esencialmente glyfosato) y en la mayoría de agroquímicos usados en la industria agroalimentaria.

Si, tal y como aseguran los defensores de la biotecnología agrícola en sus estudios científicos, no existe riesgo ninguno para la salud humana(…)¿por qué tanta alarma? ¿por qué tantas sentencias contrarias a los intereses de las multinacionales que representan este tipo de agricultura? ¿por qué más de una decena de países en todo el mundo ha vetado las actividades de Monsanto o ha prohibido el suso de sus patentes y otros muchos están estudiando hacer lo mismo?

Por otro lado el proceso de cultivo llevado a cabo por la industria agroalimentaria lleva impreso el patrón del monocultivo. Esto implica una consecuente destrucción de la biodiversidad de la zona donde es practicado. El uso sistemático de herbicidas e insecticidas (no olvidemos que la planta es modificada para resistir el efecto mortal del veneno pero su comportamiento es eminentemente igual que el de su gemela orgánica y por tanto se ve afectada por las colonias de insectos que histórica y genéticamente polinizan o utilizan la planta en cuestión y sus flores) erradica de golpe cientos de especies autóctonas desde el nivel microbiano a los grandes pájaros. Unido a la desertificación que se produce al someter al suelo a un proceso de envenenamiento y producción sin descanso y a la deforestación de especies autóctonas como viene ocurriendo en la Amazonia brasileña, que ha tenido que ser sometida a una legislación estableciendo una moratoria en los permisos de plantaciones de soja en dicho territorio en 2006. Según escribe Liliane Spendeler, responsable de Amigos de la Tierra, en su completísimo estudio sobre los gmo y su amenaza para la seguridad «El 81% de las plantas modificadas genéticamente cultivadas en el mundo actualmente incorporan una tolerancia a un herbicida químico. La experiencia de Estados Unidos está demostrando que el uso de estos productos de síntesis aumenta con la introducción de las semillas transgénicas. Por ejemplo este aumento ha sido de un 5% en el caso de la soja modificada comparado con su equivalente y hay indicios para pensar que el aumento es mucho mayor en Argentina (Charles M. BenBrook). Así mismo un reciente estudio del Northwest Science and Environmental Policy Center demuestra que la siembra de 220 millones de hectáreas de maíz, soja y algodón transgénicos desde 1996 ha tenido como consecuencia un aumento del uso de los herbicidas de en torno a los 22 millones de kg. este hecho tiene consecuencias evidentes para el medio ambiente, tanto de contaminación de suelos, acuíferos, etcétera. como de destrucción de la biodiversidad (sic).»

Las poblaciones indígenas de Argentina y Brasil, principalmente, llevan años advirtiendo de los efectos devastadores que el glifosato tiene sobre las tierras en las que habitan. Por no hablar de las denuncias consistentes que han presentado sobre las funestas consecuencias que tiene para la salud. Como así lo determinó Laboratorio de Embriología Molecular del Conicet-UBA (Facultad de Medicina) en su estudio. También es digna de mención la web http://gmoevidence.com/ que recoge estudios veraces sobre las evidencias del daño que los GMO ocasionan a los seres vivos.

by AAA (creative commons)

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Por último y no menos importante está la vertiente político-económica del tema. La generalización de los monocultivos siempre ha llevado consigo la depauperización de los pequeños agricultores, incapaces de competir en precio y en producción con los grandes latifundios. El hecho de que empresas como Monsanto o Sygenta hayan patentado las semillas que cultivan quiere decir que tienen los derechos absolutos de explotación, desarrollo y comercialización de los mismos. Así ningún agricultor podrá cultivar y comercializar sus productos si antes el propietario no le ha dado el pertinente permiso. Durante muchos años los cultivos de miles de agricultores en Brasil, por ejemplo, se vieron contaminados con las semillas de soja modificada patentada por Monsanto llevados a sus campos por el viento, los pájaros o los insectos de forma natural. Monsanto demandó a todos aquéllos cuyas cosechas llevaran trazas de su producto, y resultaron ser muchas. El resultado fue que la mayoría de ellos se vio obligado a reconvertir su agricultura a la biotecnología ya que no podían pagar las deudas contraídas. Estas pequeñas economías locales se ven totalmente supeditadas a Monsanto que les suministra tanto las semillas como el herbicida, creando un círculo económico cuyo eje es precisamente el sector privado de la biotecnología agroalimentaria.

El uso sistemático de herbicidas e insecticidas (no olvidemos que la planta es modificada para resistir el efecto mortal del veneno pero su comportamiento es eminentemente igual que el de su gemela orgánica y por tanto se ve afectada por las colonias de insectos que histórica y genéticamente polinizan o utilizan la planta en cuestión y sus flores) erradica de golpe cientos de especies autóctonas desde el nivel microbiano a los grandes pájaros.

En España el cultivo, uso y comercialización de los productos transgénicos está regulado por la Ley 9/2003 del 25 de Abril de ese mismo año mediante el cual se establece que una de las obligaciones de las Administraciones Públicas es «realizar una evaluación previa de los riesgos para la salud humana y el medio ambiente». Al final son las Comunidades Autónomas las que tienen la mayor parte de responsabilidad en el proceso de emisión de licencias, ya que gestionan la petición, con lo que eso conlleva a nivel de política de partidos, financiación de los mismo, fundaciones, etc…Teniendo en cuenta que España se ha convertido en el laboratorio de Monsanto en Europa y que el crecimiento de este año ha sido del 13%, según nos informa J. Manuel Mulet en una preocupante entrevista publicada el pasado 18 de Octubre por El País, parece bastante dramático el hecho de que los poderes públicos evalúen de esa manera tan trivial los riegos para la salud pública derivados del RoundUp y similares.

No sabemos qué alcance, a todos los niveles de la sociedad, tendrá el progresivo avance de esta tecnología. Lo que sí sabemos es que el cultivo orgánico y la apuesta por la biodiversidad son siempre sinónimo de salud y de que el uso de herbicidas como el RoundUp no genera un impacto positivo, se mire por donde se mire, en el medio ambiente. Por eso desde Larutanatural animamos a nuestros lectores a investigar por sí mismos y ser muy precavidos a la hora de enfrentarse a los productos genéticamente modificados, apostar por lo orgánico y lo local tenga o no la etiqueta ecológica (que ese es otro tema, por mucho que se empeñen en desviar la atención los profesionales del lobby como Mulet o la fundación ANTAMA) y demandar la información necesaria a las Instituciones Públicas implicadas, como el Consejo Nacional de Bioseguridad.

 

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