El pasado 29 de Abril la Comisión Europea, a instancias de la Agencia Europea para la Seguridad Alimentaria, sacó adelante el veto durante dos años a tres plaguicidas comercializados por las multinacionales Bayer y Syngenta, de la familia de los neonicotinoides: clotianidina, tiametoxam e imidacloprid. Son los causantes de la alarmante disminución y adelgazamiento de las colonias de abejas, hasta el punto de poner en riesgo la existencia de la propia especie, según llevan clamando multitud de organizaciones y expertos, como Johan van Veen, investigador del Centro de Investigaciones Apícolas Tropicales de la Universidad Nacional (CINAT-UNA): “Desde mediados de los años 90 se empezó a utilizar una nueva generación de pesticidas que se llaman Neonicotinoides. Este es aplicado en la semilla o como tratamiento en las raíces del cultivo protegiendo a la planta de insectos dañinos. Pero desde que se empezaron a usar, los apicultores empezaron a sufrir pérdida de colmenas”, explicaba van Veen, a raíz de un conteo de colonias de abejas realizado por el CINAT en 2012. O hasta la propia ONU, que en una advertencia de su Programa para el Medio Ambiente (PNUMA) de Marzo de 2011 apuntaba que la producción mundial de alimentos se vería dramáticamente reducida si no se ponía una solución al problema de la desaparición progresiva de las abejas, principalmente las melíferas, productoras de miel y claves en el proceso de polinización natural.

¿Por qué sólo dos años si está comprobado el efecto devastador causado en los insectos y, en consecuencia y a medio plazo, en las condiciones de vida de millones de seres humanos? Antes de la resolución, en pleno debate sobre el tema, ya las multinacionales afectadas, Bayer y Syngenta lanzaron un agresivo “plan de acción” para salvar las abejas, un furibundo contraataque contra lo que previsiblemente supondrá una mengua considerable en los beneficios relacionados con la cría de las abejas y un golpe a la línea de flotación de su proyección e imagen de marca. Aducen que la prohibición no salvará una sola abeja. Este plan de acción, en palabras de John Atkin (director general de operaciones de Syngenta) “…aporta una valiosa perspectiva sobre la salud de las abejas, mientras que la prohibición de los neonicotinoides no ayudará en absoluto a conocer la verdadera causa del problema. La prohibición de estos productos innovadores no salvaría ni una sola colmena y ha llegado el momento de que nos centremos en abordar las verdaderas causas que provocan la reducción de poblaciones apícolas. El plan se basa en la confianza que tenemos en la seguridad de nuestros productos y en nuestro compromiso histórico de mejorar el entorno de las abejas”.

 Las multinacionales afectadas, Bayer y Syngenta lanzaron un agresivo “plan de acción” para salvar las abejas, un furibundo contraataque contra lo que previsiblemente supondrá una mengua considerable en los beneficios relacionados con la cría de las abejas y un golpe a la línea de flotación de su proyección e imagen de marca

 

 Pero este plan, que hace hincapié en los diversos parásitos que afectan a las colonias de abejas, no reconoce el comprobado efecto nocivo que sus pesticidas provocan y que según la mayoría de expertos independientes, es el principal problema al causar daños irreparables en el sistema nervioso de los insectos, provocándoles incluso la muerte.

 También la industria fitosanitaria ha puesto el grito en el cielo amparándose en las previsibles pérdidas económicas, indicando por ejemplo que la prohibición no supuso el aumento de las colonias en Francia durante los años 2007 y 2008 pero que, cuando en 2010 se volvieron a permitir los plaguicidas dichas colonias significaron un aumento.

No sabemos si la prohibición de dos años será suficiente para que se regeneren las colonias de abejas en un número tal que no ponga en peligro su existencia. Desde luego, durante este tiempo, deberán implementarse las políticas necesarias para el repoblamiento y protección de dichas colonias y para la creación de algún producto fitosanitario que sustituya los neonicotinoides como plaguicidas de las diferentes colonias de insectos que atacan las cosechas o en métodos alternativos naturales, fomentando la biodiversidad. De lo contrario nos encontraremos ante la misma disyuntiva en unos pocos años si es que esos dos años han conseguido demostrar la eficacia de la medida. Se nos antoja muy poco tiempo para poder calibrar el alcance de una ley que sin el debido acompañamiento en forma de acciones como las que hemos descrito, estará inerme ante una situación de tal magnitud.

 En definitiva y según los expertos, las abejas siguen en peligro.